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MARCO TEÓRICO CONCEPTUAL

 

Nuestra conducta es la única prueba de la sinceridad de nuestro corazón.

Charles Thomson Rees Wilson (1869-1959)

Actualmente somos conscientes que la personalidad se desarrolla en los primeros años de vida, y como futuras docentes en formación nos hemos enfrentado a grandes retos respecto a las conductas y comportamientos de los diferentes alumnos con los que nos relacionamos a lo largo de la práctica educativa. Por lo que nuestro interés surge del valorar las conductas prosociales que a su vez contribuyan al desarrollo del lenguaje, ya que como factor primordial está el que los alumnos se sientan seguros y capaces de expresarse.

Entendiendo que nuestro foco principal es el desarrollo del lenguaje en los alumnos preescolares por medio de las conductas prosociales, cabe señalar que nuestra función como docentes en formación es angular, pues fungimos como investigadores y en ciertas circunstancias, como aplicadores de estrategias docentes que favorezcan dicho desarrollo, analizando el tipo de conducta prosocial que precisamente lo favorezcan, así como el establecimiento del impacto que se genera.

Por lo que debemos comenzar por el principio, clarificando que las conductas prosociales se refiere al comportamiento, actitudes o actos sociales, “basados en la ayuda, cooperación, altruismo y prosociabilidad” (Guijo, 2002, p.29). Aunque actualmente, “altruismo y prosocial, son los dos términos más habituales en las bases de datos de las publicaciones psicológicas, según se desprende de las búsquedas de referencias, que reflejan, una tendencia al término prosocial.” (Guijo, 2002, p. 29).

Mussen y Eisenberg-Berg, presentan el altruismo como una conducta prosocial, por mencionar un ejemplo que aclare mayormente nuestro tema de investigación:

“La conducta prosocial se refiere a las acciones que tratan de ayudar o beneficiar a otra persona o grupo de gente sin que el actor anticipe recompensas externas. Tales acciones implican a menudo algún costo, autosacrificio o riesgo por parte del actor. Bajo este rótulo se comprenden una amplia variedad de conductas, que incluyen la generosidad, el altruismo, la simpatía, ayudar a la gente en apuros proporcionándoles apoyo material o psicológico, compartir posesiones donando caritativamente y aprticipando en actividades destinadas a mejorar el bienestar general reduciendo las injusticias sociales, las desigualdades y la brutalidad” (1977, p. 3-4).

El segundo término que influye en nuestras variables de estudio de nuestro proyecto tiene que ver con el desarrollo del lenguaje, definido como la capacidad gradual de adquirir y emplear una lengua para comunicarse, dialogar y expresar sentimientos, necesidades y transmitir información. Donde cabe señalar que el trabajo en el aula tiene un peso privilegiado, por lo que conocer y estudiar las estrategias de trabajo docente que favorecen ambas variables, nos permitirá obtener mayores resultados durante la investigación.

Por lo que, podríamos suponer que el estudio de las conductas prosociales sólo le compete al ámbito psicológico, en respuesta de las necesidades sociales, sin embargo, otras ciencias se han ocupado del estudio de la conducta prosocial; en concreto la Filosofía, la Sociología, Etología y la Economía, resaltando que en esta investigación el ámbito Educativo tiene mayor peso.

Por lo que nos gustaría citar a Lara:

“La acción educativa se ha centrado en explicar y en corregir las conductas conflictivas, dado por supuesto que no era necesario actuar sobre las conductas positivas, ahora, en cambio, se ha tomado conciencia de que una educación eficaz debe estar orientada al logro del mayor desarrollo de las posibilidades de la persona.” (2002, p. 22).

Es decir, actualmente las escuelas se preocupan por contrarrestar las conductas agresivas por medio de la adquisición de las actitudes positivas hacia los demás, medio por el que los aprendizajes sean más significativos para los estudiantes bajo un clima de armonía, respeto y colaboración.

El estudio de los determinantes de la conducta prosocial de los más pequeños, es viable, porque las investigaciones revisadas con anterioridad, afirman que emergen con claridad desde el segundo año de vida, pauta que nos permite estudiar el desarrollo de la prosociabilidad en ellos y la relación e impacto del lenguaje durante el proceso.

TEORÍAS QUE FUNDAMENTAN EL ESTUDIO

 EL PSICOANÁLISIS

Para el psicoanálisis tradicional el altruismo no existe. EL hombre nace con instintos y deseos que tiende a satisfacer, sólo más tarde, cuando el principio de realidad se impone y el niño interioriza las normas y crea su conciencia moral, el alumno realiza conductas prosociales motivado bien por exigencias del principio de realidad: evita un castigo, la retirada del afecto, entre otros; o bien como medio para evitar sentimientos de culpa o vergüenza, etc.

Por tanto, el psicoanálisis admite la existencia de conductas de ayuda o de cooperación que emanan de procesos reactivos, compensatorios o de identificación y que tienen siempre como último objetivo resolver conflictos internos.

Los psicoanalistas heterodoxos han mantenido posturas menos radicales y han aceptado la existencia de las conductas prosociales como una posibilidad de la naturaleza humana, ya que el desarrollo de una conciencia ética corre pareja con la maduración de la estructura del yo.

LAS TEORÍAS DEL APRENDIZAJE

La conducta prosocial se adquiere cuando dicha conducta es reforzada o modelada de forma continua, pero, también, cuando se castigan las conductas agresivas o egoístas.

El papel del refuerzo: Investigaciones realizadas en ambientes naturales confirman que la reocmpensa y el elogio incrementan la posibilidad de emitir respuestas prosociales. Entre los preescolares se reconocen como esfuerzos externos efectivos los refuerzos sociales, afectivos y materiales, siendo los mas frecuentes en el ámbito familiar las alabanzas y la aprobación verbal. Cabe también reconocer la existencia de refuerzos internos que van en dos sentidos, contrapuestos: uno, el autorrefuerzo, como consecuencia de las experiencias de refuerzos externos y otro, el evitar consecuencias negativas, por disminución de sentimientos de culpa p por evitar el sentimiento negativo que nos provoca empatizar con otro.

También se puede lograr el aprendizaje de la conducta prosocial a través de contingencias negativas para el niño, tales como el castigo o el condicionamiento aversivo; a través de estas contingencias negativas, la conducta no prosocial se debilita o se elimina, por lo que pueden provocar que aparezca la conducta prosocial.

 El papel de los modelos: A la hora de modelar la conducta prosocial se ha demostrado que es más fácil que se imitar al modelo cuando los observadores se identifican con ellos, los valoran, los reconocen como competentes y se manifiestan de forma congruente. Así los niños, tienden a imitar más a otros niños y a las personas que, en su opinión, tienen un alto estatus social; El papel de los refuerzs ya ha sido señalado, en relación a la afectividad, Yarrow, Scott y Waxler (1973) ya decían que se dan condiciones óptimas cuando un niños observa a un adulto manifestando altruismo a todos los niveles y, además que, cuando ese entrenamiento se produce en un contexto de interacción afectiva, la conducta altruista se incremente de forma significativa. También influye positivamente que los modelos verbalicen los efectos positivos que acompañan a los actos prosociales “me siento muy bien”, “esto es agradable”, etc. lleva por comprobación de refuerzos internos a imitar las conductas prosociales con efectos más duraderos.

Otros investigadores consideran que el juego de roles puede tener un papel modelador de la conducta, pues el asumir papeles de personas prosociales se incrementa la conducta prosocial e influye de manera positiva.

EL ENFOQUE COGNITIVO

Entiende al niño como un ser activo que se implica en su desarrollo, se ha preocupado por conocer cuáles son los determinantes internos en la conducta prosocial-altruista. Las investigaciones inspiradas en este modelo teórico sobre la conducta humana han optado por enfocarse en los mediadores cognitivos en sentido estricto (procesamiento de la información, esquemas mentales, toma de perspectivas, etc.) o bien en el estudio de mediadores sociales y afectivos.

La influencia piagetiana ha llevado a determinar el proceso de desarrollo de conducta prosocial, cuyo enfoque se apoya en la reflexión, retomando así los planteamientos filosóficos de Kant.

TEORÍAS PSICOSOCIALES

Las teorías preocupadas por explicar las interacciones sociales nos ofrecen una perspectiva centrada en el intercambio social, la cual postula que solamente tendemos a ayudar cuando se anticipa un beneficio, a corto o largo plazo y cuando ese beneficio sea mayor que el coste, como plantea Maslow, necesitamos amor, aprobación social, estima, etc. También es cierto que a nuestro alcance tenemos recursos para satisfacer esas necesidades, por ello cada uno sopesa los beneficios de mantener relaciones afectivas o específicamente, de realizar conductas prosociales. Cabe mencionar que esta teoría se entiende que el intercambio social no se puede considerar negativo sino positivo para la humanidad.

Por otro lado están las normas sociales, razón por la que muchas personas manifiestan sus conductas prosociales sin obtener un beneficio, y además, en muchas ocasiones que lo hacen es porque se debe ayudar a los demás.

Bakenman y Bronlee (1982) señalan que los niños aprenden pronto normas sociales y, en general, tienen mayor control de esas reglas sociales del que los adultos tiene a concederles. Por lo que las normas sociales más relacionadas con las conductas prosociales son la reciprocidad y la de responsabilidad social.

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